|
Mi foto con Cary Grant me encanta. |
El mito del
icónico Studio 54….¿Qué sucedía allí?
El ‘club’
más famoso del mundo fue un fenomeno innovador y alucinante
-¡y estuve en sus más extravagantes y divertidos momentos!
por Mari Rodriguez Ichaso
……………………………
¡El primer día
que fui al Studio 54 me quedé boquiabierta! Yo era muy joven, soltera,
bastante ‘naive’ (les soy sincerísima) -y fue una de mis primeras
experiencias como periodista en un Nueva York pleno de locas extravagancias en
los años 70.
En 1977 –hace
51 años- el que fuera un viejo estudio de televisión en la calle 54 del West
Side de Manhattan abrio con el nombre Studio 54 –y como estaba a solo
3 manzanas de mi casa -junto a mi fotógrafo Peter Gould, de Images Press-
muy pronto las visitas “a Studio” (como se le llamaba) eran cosa de
todos los días.
La publicista
latinoamericana Carmen D’Alessio nos ponía en la lista de prensa- y así
nos ahorrábamos la humillación (¡porque lo era!) de pararnos en la puerta de
entrada, junto a cientos de personas que ‘suplicaban’ poder entrar a un
portero autoritario, y despótico llamado Marc Benecke, quien con solo 19
años y aires de Máximo Jefe, decidía -¡moviendo el dedo como Calígula!-
quién entraba y quién no.
Si eras una
persona ‘bonita’, ‘con estilo’, eras ‘gay’ y tenías un look
diferente- o eras un ‘transformista’ llamativo, tenías asegurada la
entrada. Sino lo eras, podía pasarte
como a unos primos míos -que aunque logré poner sus nombres en la lista-- ¡Marc
no los dejó entrar ‘porque eran muy feos’! Rigurosamente cierto -¡tal
como lo oyen!
¡Ahí comenzó
precisamente el ‘mito’ de Studio 54, en el poder ‘entrar’ en él --y ser uno de
los ‘escogidos’!
“Marc please…Marc
por favor”- gritaba la
muchedumbre que se arremolinaba en la puerta empujando y casi llorando por su
frustrado deseo de entrar a toda costa- “Marc aquí…déjanos entrar please”…Y
asi el portero era -o no- magnánimo - y escogía los “elegidos”, que
podían pagar la entrada y disfrutar del cavernoso club, la música, los camareros
casi desnudos, llevando apenas unos ‘pañales’ cubriendo sus cuerpazos –y la
gente que de pronto se sentía 100% ‘liberada’ --y dentro de aquel espacio
sentía que podía hacer todo lo que deseaban. ´
´
¿Muy curioso? Que cuando lograban entrar, se encontraban
un club enorme, muy iluminado y con estridente música –pero muchas veces extrañamente vacío,
pues crear el ‘deseo’ de entrar era lo que se quería explotar -y se
logró. Y ya en su interior Studio no era lo que muchos pensaban, -excepto en
los fines de semana, muy tarde en la noche –o cuando había sensacionales fiestas
privadas.
Las Fiestas
En los años 70 Nueva
York había tenido muchas ‘discotecas’, que al mudarme allí con mis padres pude
disfrutar. Pero eran como las de
cualquier parte del mundo. Divertidas, más o menos lujosas, con aquellas luces
parpadeantes y la ensordecedora música de la época. ¡Pero Studio 54 era otra
cosa, otro mundo, definitivamente un sitio de fantasía y puro
surrealismo –y muy especialmente las noches en que había celebraciones y
eventos con un tema, como el cumpleaños de algún famoso, el homenaje a
una cantante icónica, el opening de una película, etc, etc! Momentos únicos, donde famosos y no famosos
compartíamos por igual -con derroche de imaginación e infinito afán de diversión
–¡y una decoración y las imágenes más inverosímiles y locas! ¡Había que verlo
para creerlo!
El Baile de
Jaipur fue uno de los festejos
inolvidables, con toneladas de brillo y escarcha en cada pulgada del local,
transformado en una escena de Las Mil y Una Noches, con alfombras volantes sobres
las que músicos indios ‘flotaban’ del techo, personajes vestidos a la usanza
hindú y Jackie Kennedy y la Maharani de Jaipur presidiendo la divina
noche. Lo recuerdo como un ‘mirage’ maravilloso y donde nada ‘raro’
ocurrió.
Los 30 años de Bianca
Jagger se celebraron con bombo y platillo, con Bianca entrando con una
túnica –al estilo de Lady Godiva- a lomo
de un caballo blanco -y allí estaban sus
amigos los Patiño de Bolivia, Carolina y Reinaldo Herrera, Mick Jagger, Estée
Lauder, Truman Capote y el ‘tout’ del ‘jet-set’, palabra que se inventó en
aquellos años. Y el champán corrió y la gente la pasó de maravilla, bailando
horas y horas. Una noche Donna
Summers pidió cubrieran el piso de plumas blancas –y había que caminar
sobre 20 o 30 capas de ellas, provocando que los estornudos de los alérgicos
interrumpieran su concierto –¡hasta que la muy enfadada cantante dio un grito y
dejó de actuar!
En 1978 el
lanzamiento del champú de la actriz Farrah Fawcett, de la teleserie Los
Angeles de Charlie (quien era famosa por su peinado) para la marca Fabergé,
fue una de las fiestas más extraordinarias a que asistí. Nueva York pasaba por una
gran tormenta de nieve, las calles estaban cerradas al tráfico --¡pero Farrah
llegó –vestida de blanco sin mangas, con sandalias doradas- cargada en brazos
de sendos forzudos guardaespaldas que caminaron 2 manzanas con la nieve hasta las
rodillas! Como yo vivía cerca, caminé
entre barricadas de nieve (¡nunca he vuelto a ver nieve tan alta!) --y fuí una
de la pocas periodistas presentes. Allí estaban Margot Hemingway, Cary Grant
(mi foto con él es uno de mis tesoros), Yves Saint Laurent, Paloma
Picasso-- y muchos otros que combatieron la nieve para asistir a la fiesta.
En Studio –donde
la sexualidad y las drogas estaba muy presentes- y muchos de los guapos y
jóvenes camareros tocaban y se dejaban tocar por hombres y mujeres, mientras se
deslizaban con bandejas en equilibrio en una sola mano --y siempre se les veía
felices y sonrientes. Uno de ellos fue Alex Baldwin, quien dejó de
trabajar allí porque la atmósfera sexual era “demasiado y me superaba”. Para mí era común estar parada -muchas
noches- junto a Andy Warhol, quien con su camarita Instamatic lo
fotografiaba todo. Andy era muy amable y me sonreía, pero nunca hablaba y
llevaba la peluca y la ropa bastante descuidada y raída (lo que siempre me
sorprendió) --y lo observaba todo con su sonrisa a-lo-Mona-Lisa y gran curiosidad.
Elizabeth Taylor, Michael Jackson, Calvin Klein, Cary Grant (lo
conocí en dos ocasiones y me enamoré de él), todos los Rolling Stones, Lauren
Hutton, Sofia Loren, Gloria Vanderbilt, Paloma Picasso, Mark Gastineau, Gina
Lollobrigida y una jovencísima Brooke Shields eran asiduos --igual
que el diseñador Halston -a quien ví en el salón del sótano (¡no sé como
llegué allí, pues era súper privado!) -‘fajado’ como perros y gatos con la famosa diseñadora Elsa
Peretti, No se si era cierto, pero los rumores de aquella noche fueron que se
estaban peleando por un frasco color ámbar de alguna droga. También me asombró
– seguro que puse lo que mi ex marido llamaba mi “cara de boba” – ver al
muy aristocrático, altísimo y siempre muy serio Hubert de Givenchy,
besando en la boca a un chico negro, bajito, muy joven y guapo -mientras
bailaban desenfrenadamente. ¡Nunca había visto a un hombre besando a otro
hombre!
Sin embargo estas
fotos –sacadas muy estilo ‘paparazzi’, sin autorización de los protagonistas-
que en 1978 hubieran sido un escándalo y arruinado la reputación de muchos
famosos --NO eran todas publicadas, pues los editores de periódicos y revistas
mantenían una política de gran discreción –y solo se publicaban fotos para las
que sus protagonistas posaban. En varias ocasiones nos dejaban entrar como
‘prensa’ pero a los fotógrafos se les prohibía sacar fotos --¡y como en aquellos
años no habia IPhones no había forma de burlar las reglas, que el propio dueño
Steve Rubell se encargaba de vigilar ferozmente!
Pude reportar
todo aquello, gracias a que Peter Gould –y otros ‘paparazzi’ amigos- me ‘protegían’,
pues al principio aquello era ‘demasiado fuerte’ para mis ojos –¡que yo
creía eran sofisticados y pronto comprendí que no lo eran en lo absoluto!
Aunque era sorprendente que ante una cámara y un flash - la mayor parte de los
asistentes no se enfadaban ¡sino todo lo contrario!- y posaban felices,
medios desnudos, haciendo gestos raros y chabacanos, consumiendo drogas -¡y todo
lo que pueden imaginarse!
Aquellas noches,
como espectadora de excepción, las reporté una a una para “Cámara de Vanidades”
--y lo que en ellas ocurrían todavía fascinan a quienes les hago los cuentos de
los locos -y muchas veces cómicos- detalles.
Su comienzo
y su final
Studio 54 había sido –y ahora lo es de nuevo- un
antiguo teatro, además de ‘nightclub’ y estudio de TV, situado en la calle
54 entre Broadway y 8ª. Avenida en Manhattan. El espacio fue construido en
1927 como el Gallo Opera House, y mas tarde fue estudio de transmisiones
de TV de la CBS -- y por eso tenia un segundo piso de ‘gradas’ y asientos
–que se mantuvieron cuando se transformó en Studio 54 y donde ocurrían cosas
tan locas que no puedo contárselas.
En 1977 –cuando
la ‘disco music’ era la locura, Steve Rubell e Ian Schrager abrieron
el local, gastándose miles de dólares en un futurista sistema de luces y
efectos especiales –como un enorme órgano sexual de luces, que colgaba del
techo y subía y bajaba en medio del ritmo de la música, causando los gritos y
alaridos de los bailarines.
Pero para
sorpresa de todos, cuando estaba en el ‘top’ de su fama internacional -y
era un ‘happening’ conocido en todo el mundo, a sus 33 meses de
existencia -¡Studio 54 cerró! -- y sus fundadores terminaron en la
cárcel por 13 meses, por aceptar la evasión del pago de impuestos. El interior
de las paredes del club guardaban miles de dólares en cash que no se declararon
al fisco y todo fue un gran escándalo.
¡El curioso fenómeno
social solo había durado 3 años!
La noche que
cerró en 1980- Diana Ross dio una ‘serenata’ de despedida a sus dueños,
junto a asiduos del club como Ryan O'Neal, Farrah Fawcett, Mariel Hemingway,
Jocelyn Wildenstein, Cindy Crawford, Richard Gere, Jack Nicholson y Sylvester Stallone.
Eventualmente Rubell
murió al salir de la cárcel -e Ian Schrager comenzó una nueva carrera
como innovador hotelero fundando el famoso Hotel Delano y otros muchos.
Hoy en día es uno de los más exitosos constructores del mundo y un pionero de
los ‘boutique hotels’. Al inventar el concepto de Studio 54 crearon una
nueva cultura en el mundo de la vida nocturna --y muchos clubs
internacionales –como en la isla de Ibiza-
hasta el día de hoy se inspiran en los excesos, la ‘debaucherie’- y el gran espectáculo que fue ‘Studio’.
En 1981 el nuevo
dueño Mark Fleischman –quien ha escrito recientemente un libro sobre la
historia del club, el que llamó “el epicentro del mundo de las drogas en New
York” - lo reabrió con una gran fiesta, y los sábados en la noche sus shows
musicales lo mantuvieron lleno, con la actuación de Madonna, Wham!, Duran
Duran, Cyndi Lauper, The Weather Girls, Culture Club, Lime, Spandau Ballet,
Sylvester, Roberta Flack, Menudo y Run-DMC. Después se vendió de nuevo --y aunque el club
siguió funcionando hasta 1986, ya nunca fue el mismo, su mito había
desaparecido –y poco a poco los volubles famosos comenzaron a abandonarlo –buscando
otros lugares donde divertirse.
¡Y fui testigo de todo ello de principio a fin!
…………………………………………………..